La lata de bebidas nació hace casi cien años. Lleva nueve décadas afrontando múltiples innovaciones, como sucesivas reducciones de peso, cambios de cierre, forma, tamaño y diseño han jalonado su evolución, consolidándolo como un envase seguro, resistente, ligero, moderno, competitivo, transportable y fácil de enfriar, así como un perfecto soporte para la imagen de marca.
Además, son de un material «infinitamente reciclable». Los metales son materiales permanentes, no pierden calidad cuando se reciclan. Gracias al reciclado, el 75% del aluminio producido por la humanidad a lo largo de su historia sigue en uso. También en España donde, gracias a municipios y consumidores, se reciclan más de ocho de cada diez latas. Se separan fácilmente de otros residuos (con electroimanes o separadores de Foucault) y la estructura para ello está ampliamente implantada, tanto en flujos selectivos como en indiferenciados.
Las latas pueden reciclarse y se reciclan de manera indefinida, para fabricar nuevas latas u otros productos metálicos. Reciclar una lata ahorra el 95% de la energía necesaria para crear una nueva. Otro dato curioso es que cuando se deposita una lata de bebidas en el contenedor amarillo, tarda menos de 60 días en volver a la persona que la ha dejado, en forma de nueva lata u otro producto metálico.
Más ligera
Más allá del reciclado, la lata es un ejemplo de minimización en el uso de materiales. Lejos quedan los más de 115 gramos de aquella primera lata. Hoy una lata de bebidas pesa alrededor de 13 gramos. Gracias a la innovación permanente, una lata de bebidas tiene un espesor inferior al de un cabello humano, pero puede soportar 90 kilos en su eje vertical y contener una presión interna mayor que la de un neumático de coche.
Según el reciente Análisis de Ciclo de Vida realizado por Metal Packaging Europe, en los últimos diez años, la lata ha reducido su huella de carbono en un 31%. Los principales factores que han hecho posible este progreso son las continuas mejoras en los procesos de fabricación del aluminio, la reducción en el peso de la lata y el aumento de su tasa de reciclado.
Juan Ramón Meléndez, director de la Asociación de Latas de Bebidas afirma: «La Unión Europea define la Economía Circular como aquella que mantiene en uso los materiales durante el mayor tiempo posible, evitando las pérdidas y la generación de residuos y eso es lo que los envases metálicos y la lata de bebidas lleva décadas haciendo. Estamos orgullosos de que los principios rectores de la Economía Circular estén grabados en el ADN de la lata y no sean una potencialidad por desarrollar, sino una realidad contrastable».